Empezó con un libro.
La niña subió la cuesta a media tarde.
Lo llevaba bajo el brazo.
Se sentó a leer en el bordillo, delante del cartel del descampado.
Anochecía cuando se marchó dejando el libro allí.
Al día siguiente hizo lo mismo.
Una semana después había una pequeña pila de libros.
Algunos curiosos se acercaron. Aquellos libros habían sido leídos muchas veces.
Alguien se llevó uno, otro dejó el que había terminado.
Días después había frente al descampado una columna de libros.
Estaban ahí, al alcance de cualquiera.
Fue el responsable del basurero quien dejó la estantería vacía.
La niña la descubrió con una sonrisa y colocó los libros en los estantes.
La tarde de la tormenta una mujer bajó corriendo y la tapó con un plástico.
Alguien, poco después, hizo una cubierta.
El cartel pudo leerse completo cuando una vecina desbrozó el descampado.
La niña continuó leyendo.
Dos estanterías, un escritorio… y pronto, un par de sillas.
Un día llegaron los poetas. Recitaron.
Otro un señor bajito contó un cuento.
Días después eran varios los niños que leían.
El edificio prometido en el cartel aún no había llegado al barrio.
Pero aquella niña había edificado una fantástica biblioteca. Este es un pequeño microrrelato que escribí para celebrar el Día de las Bibliotecas 2024. Espero que os guste y que en vuestros barrios y pueblos dispongáis de las mejores bibliotecas públicas.
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